viernes, 15 de enero de 2016

Su viaje efímero, mi sufrimiento perenne

Son las 2 A.M. y ella despierta. Toma de las entrañas del mas rosado y femenino peluche la hojas secas que le harán volar.  Y algo dentro de mí se rompe.  Quiero llorar, quiero desmayar para jamas despertar.  Rápidamente ella se asegura de escuchar con atención el silencio que resguarda su secreto.  Se levanta y camina para sentarse en el suelo frente a su cama, ella se está preparando, el cigarro se ha hecho como por arte de magia, dona una pizca de fuego y con un inseguro ademan acerca la bala de papel a su boca; lo seco de sus labios acaricia el papel enrollado y aspira el barco que le enviará.  Dolor interminable me acude en justicia divina y deseo llorar, deseo gritar pero no puedo ni debo.  Quiero caminar para no cavilar la cruel escena, quiero morir para no vivir su muerte prematura.  Que Dios me perdonaría la traición al secreto de la damisela, que Dios me perdonaría la muerte del ser mas divino a mis ojos.
Ella ahora está lejos y mis ojos horrorizados encuentran en su cuerpo solo carne y hueso, su conciencia se ha ido para dejar solamente el cascaron, para dejar solamente el vestigio de su existencia.  Y horror se suma al que ya tenía, y encuentro que su piel no tiene olor a putrefacción; le he visto y no lo creo, lo he comprendido y me arrepiento.
Desesperado desee abrazarle y aferrar su conciencia inmaterial para no dejarle ir; entonces adolorido, confundido y rabioso me recuerdo que todo es una escena hecha por mi cruel mente y mi hiperactivo sistema nervioso. No puedo viajar entre la materia-tiempo que me rodea y la escena de mi mente.  No puedo viajar miles de kilómetros entre mi pobre pueblo y su afortunado pueblo , ahí, detrás de tantas montañas y voces adoloridas por la rutina.
Su viaje efímero es vanidoso al igual que mi encarnada moral.

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